Apenas despierto y
ella ya está corriendo. La veo ir y venir por todo el cuarto, como si diera
vueltas buscando el lugar correcto para acostarse y no lo encontrara. Ni
siquiera me muevo, me entretiene y me recuerda a mis tardes en el patio, donde
no logro dejar de ver la danza de las abejas; puedo pasar horas mirándolas, la
cadencia de su vuelo me hipnotiza. Tanto la conozco que sé cuando quiere salir,
así que tengo que levantarme, estirarme un poco y caminar hacia la puerta.
Desde ahí giro mi cabeza hacia ella para avisarle que podemos irnos, bajamos
corriendo por las escaleras y, como cada día, hacemos una breve parada en la
cocina para que ella mordisquee cualquier cosa y olfatee otras tantas.
Finalmente —con el tiempo he aprendido a ser paciente— salimos de la casa. Mientras reviso que todo
en el patio esté en su lugar, ella se apresura hacia la reja de entrada,
mirando con curiosidad a cualquiera que vaya pasando. Cuando al fin puedo
alcanzarla, la observo tiernamente y espero que su mirada me encuentre. Felices
las dos, nos despedimos; ella con un sonido ininteligible, pero cariñoso; yo, con mi cola descontrolada que le dice te quiero. La pierdo de vista cuando
dobla la esquina y me echo a ver pasar abejas mientras el sol surca mi cielo.
Insisto: Felicidades por la forma tan bonita que tienes al escribir
ResponderEliminarTania, que hermoso, tienes un estilo tan original para escribir. Ya me imagino lo que dirán de mí: Kika, Niko, Maya, Rex y Max. Saludos
ResponderEliminarTania, espero no equivocarme ¿te refieres a tu "Pupeta"?
ResponderEliminarEs muy bonita la manera en que describes tu cada día, tan sencillo pero tan lleno de emociones.
¡Re-lindo! =D
ResponderEliminarHola Tania, eres tan hábil escribiendo que uno pensaría que la voz del relato es de la humana y no de la perrita, sin embargo haces un excelente giro en donde todo queda en su lugar, eres genial.
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