No te quedaste nada mío que yo no quisiera, todos esos momentos quise regalártelos, los besos, los jugueteos de mis manos en tu cuerpo, las sonrisas y las lágrimas que dejé a tu lado fue porque así lo quise. Pero este corazón magullado no se quedó contigo, así, herido, me lo llevé para curarlo, para dejarlo reposar tranquilo, en silencio, para dejar que te odie, que te grite, que te escupa desde aquí, para dejar que se desangre un poco, pero que no muera a tu lado. Ni el amor, ni la tristeza, todo está aquí, resguardado de ti.
Te prometo continuar con mi vida; este orgullo, como otras veces, me sacará adelante. Te prometo que no te odiaré más de lo que mereces, no voy a maldecirte tanto que tu vida no encuentre su camino. Sólo un poco, sólo lo suficiente. Voy a desearte lo peor, pero no siempre. Al final del día, al final de lo que pueda anhelar para ti, sólo quiero que en ese desorden, en ese caos sin sentido, en esa espiral de decadencia, sepas aferrarte a algo que se parezca un poquito a la felicidad que te di, algo que se asemeje, algo que te haga sentir vagamente cercano a la plenitud que te ofrecí. Y entonces, sólo hasta entonces, desearás no haber sido la persona que fuiste el día que te olvidaste de mí.