El momento ha llegado, caminando lentamente se
acerca a su destino. Lo mira fijamente, estudia sus movimientos. No lo piensa
más y avanza hacia él.
Inicia una fatídica danza entre la bestia y
él. Palpitaciones aceleradas y resoplidos ascendentes se mezclan entre
exclamaciones entrecortadas. Sus pasos dibujan laberintos en la arena, mientras
las miradas siguen el vaivén de sus cuerpos. Se decide y acelera el paso… con
un movimiento firme y preciso atraviesa la piel.
Un silencio que parece eterno reina en la Plaza mientras la adrenalina
comienza a diluirse… Esta vez los mulilleros tendrán que arrastrar un cuerpo
diferente.